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Reseña
EL PADRE
por Pablo Andrade

13 de abril de 2021

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¿Qué somos al final de nuestra vida si no nuestros recuerdos? ¿Qué pasa cuando nuestra mente pierde la capacidad para rememorar y perdemos, poco a poco, nuestra memoria como un árbol pierde sus hojas en otoño?

El padre, la película del escritor y director francés Florian Zeller basada en su obra de teatro, es una inmersión conmovedora a la mente de un hombre que empieza a perder su memoria debido a la demencia senil. Al mismo tiempo, el filme es uno de los retratos más duros sobre la vejez que el cine ha dado en tiempos recientes. Sin duda, se trata de un debut cinematográfico notable que descansa en una narrativa fragmentada, que simula la percepción de una persona que empieza a desconectarse de la realidad, y en sus dos interpretaciones principales: la de Olivia Colman y la de Anthony Hopkins, quien interpreta al padre del titulo y que en esta ocasión da una de las mejores actuaciones de su carrera y eso ya es, por si sólo, una razón para ver esta cinta tan elegante como triste.

 

Hay que hacer especial énfasis en la habilidad narrativa de Zeller, quien a pesar de nunca haber dirigido un proyecto cinematográfico, logra algo especialmente complejo incluso para directores más experimentados: hacer del lenguaje fílmico una metáfora del funcionamiento de la mente, específicamente de una mente que padece demencia. Para mí, el cine es el arte que más se asemeja a la manera en la que los humanos generamos recuerdos: una película es la forma más eficiente para hacer tangible la forma en la que proyectamos imágenes en nuestra mente, generalmente cuando tenemos fantasías, cuando soñamos dormidos o despiertos, cuando reconstruimos recuerdos específicos de cosas que nos sucedieron lo hacemos cinematográficamente; es decir, con imágenes que se asemejan a las unidades narrativas llamadas planos.

Hay directores muy reconocidos que juegan con esta similitud entre la mente y el cine, entre ellos el más famoso y reconocido por el gran público es probablemente Christopher Nolan, quien nos ha entregado interesantes películas sobre sueños, magia y los indescifrables laberintos de la mente humana. Aquí, Zeller logra una experiencia inmersiva superior al menos a la de la última película de Nolan que descoloca al espectador y le hace sentir exactamente lo que sufre el protagonista quien en una de las escenas más conmovedoras se compara a sí mismo con un árbol: “siento que estoy perdiendo todas mis hojas”. Es imposible ver a Hopkins en ese momento y no recordar a la icónica computadora HAL 9000 de 2001: Odisea del Espacio (Stanley Kubrick, 1968) cuando al estar siendo desconectada de sus circuitos dice que puede sentir “cómo se está yendo”. En resumidas cuentas, estamos ante un opera prima sensible y humana; una película conmovedora que nos recuerda el sentido del arte y el cine: expresar todas las emociones humanas en todas las etapas de la vida. 

No quisiera terminar esta reseña sin hablar un poco más del impresionante trabajo de Anthony Hopkins, un artista consumado que da todo de sí para tejer uno de sus mejores papeles. Hopkins tiene una lista impresionante de personajes icónicos, ha trabajado con los mejores directores del mundo y se ha dado el lujo de hacer películas tan olvidables como divertidas de ver como la infame El Rito (Mikael Hafstrom, 2011); sin embargo, es un artista que mantiene la pasión y la curiosidad por enfrentar nuevos retos. Sin duda, en El padre logra nuevas cumbres en su ya de por si brillante carrera actoral. Estamos ante un actor legendario cuyo legado artístico perdurará para la eternidad. Hopkins no necesita otro Oscar para demostrar que es una actor fundamental en la historia del cine, pero si la Academia se lo otorga por esta interpretación, nadie, absolutamente nadie, podría decir que es inmerecido. 

El padre está en cartelera.

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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