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Reseña
EL ÚLTIMO DUELO
por Pablo Andrade

14 de noviembre de 2021

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Cuando hay que escribir sobre el cine de Ridley Scott uno siempre puede recurrir a los lugares comunes que se dicen sobre este director. El más socorrido de ellos es que se trata de un cineasta con una marcada tendencia a construir atmósferas inmersivas, apoyado en grandes diseños de producción y con puestas en escena preciosistas cuyo resultado son planos que recuerdan a las obras de los grandes maestros de la pintura. Sin embargo, también es una especie de cliché para algunos críticos decir que descuida la historia que hay que contar para favorecer los aspectos visuales de su cine. En lo personal discrepo totalmente de esa afirmación; por el contrario, creo que la filmografía de Scott está llena de apasionantes búsquedas filosóficas sobre la naturaleza humana en sus diferentes facetas, de agudas críticas a las instituciones más poderosas del mundo contemporáneo como la iglesia y el libre mercado, de reflexiones sobre varios valores de la sociedad occidental, entre muchas otras cosas. Es muy cierto que Scott es un cineasta que impresiona con sus imágenes, pero son las ideas las resuenan en la parte de atrás de la mente días después de haber visto sus películas, las que hacen de su filmografía una de las más diversas e icónicas del siglo XX y de lo que llevamos del XXI. 

El último duelo es su nueva película y con toda seguridad se puede decir que trata de una verdadera joya en su filmografía tardía. No sólo estamos ante un filme portentoso y verdaderamente espectacular —con reminiscencias a dos de sus mejores obras, Los duelistas (1978) y Gladiador (2000)—, sino que se trata de una película comprometida con temas que son importantes en la actualidad: la invisbilización de las mujeres por el sistema patriarcal, desde aspectos de la vida cotidiana hasta la lógica de las instituciones. La historia se centra en una mujer llamada Marguerite (Jodie Comer), quien en la Francia del siglo XIV, se enfrenta a un sistema judicial dominado por hombres y sus instituciones. Marguerite acusa a Jacques Le Gris (Adam Driver) de haberla violado mientras su esposo, Jean de Carrouges (Matt Damon), se encontraba fuera de su finca. Ante el descrédito generalizado, Carrouges decide denunciar a Le Gris ante el rey Carlos VI, quien determina que la manera de resolver el asunto es a través de un duelo a muerte entre ambos hombres. Si el primero sobrevive habrá demostrado que su causa era justa y verdadera, pero si ocurre lo contrario no sólo la acusación de Marguerite será considerada falsa, sino que además deberá ser quemada viva.

Un aspecto particular de la cinta es que Scott nos cuenta la historia en formato que recuerda al gran clásico de Akira Kurosawa, Rashomon (1952), a través de las versiones de los tres personajes protagonistas. Toda la dureza y brutalidad de la Edad Media se cuela hasta huesos en esta película; sin embargo, es la violencia con la que eran tratadas las mujeres lo que más huella deja en el espectador. A través de las visiones de los dos hombres enfrentados, se nos presenta este mundo oscuro y patriarcalmente organizado; podemos ver las actividades típicas del mundo de los hombres como la guerra, la política palaciega, la religión, etc. Cuando la película se centra en el pleito entre los dos escuderos, la figura de Marguerite es reducida a un mero objeto, pues por aquello por lo que realmente están peleando es por el honor de sus respectivos nombres; poco les importa si la mujer pierde o no la vida. 

Es cuando se presenta la versión de ella cuando realmente el filme muestra, por un método de contraste, su brillante naturaleza como reflexión y metáfora del presente: las instituciones patriarcales continúan existiendo, fortalecidas incluso, en la actualidad. La lucha feminista por la reivindicación de los derechos de las mujeres ha mostrado al mundo un rostro oscuro de nuestra sociedad y nuestros Estados, que por mucho tiempo habían negado la existencia de una violencia generalizada y normalizada contra las mujeres. El último duelo es entonces una maravillosa fábula medieval que nos recuerda que dicha violencia machista, tan brutalmente mostrada en el filme, continúa oculta y disfrazada en nuestras instituciones jurídicas y sociales contemporáneas.

No sobra resaltar el excelente trabajo de Nicole Holofcener, autora del guion junto a los oscarizados Matt Damon y Ben Affleck, quienes se encargaron de escribir las partes de Carrouges y Le Gris. Holofcener hace lo propio con la visión de Marguerite y le otorga al filme una profundidad crítica casi inédita en el cine sobre la Edad media: la visión de las mujeres de esa época tan brutal como históricamente fascinante. Sin duda, esta triada es una fuerte candidata a ganar los premios a mejor guion adaptado en la próxima temporada de premios.

Definitivamente quien no puede ser ignorado por los premios que otorga la industria es el propio Ridley Scott, de quien podemos agregar que ya había filmado al menos un par de filmes que reivindicaban la figura de las mujeres en la pantalla grande. Sin duda el primero de ellos es Alien (1979) el cual presentó uno de los personajes femeninos más importantes del cine de ciencia ficción: la teniente Ellen Ripley, interpretada por la mítica Sigourney Weaver; y el segundo es la magnífica Thelma y Louise (1993), una road movie excepcional donde las heroínas son dos mujeres aguerridas, interpretadas por Susan Sarandon y Geena Davis que se enfrentan a un sistema opresivo y patriarcal dominado hombres. 

En definitiva, El último duelo es un filme realizado por un cineasta consumado, reflexivo y abierto a las colaboraciones artísticas de primer nivel. Estamos ante la mejor película de Scott en años, demostrando que el director de Blade Runner (1982) está en estado de gracia.

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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