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Recomendación
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V for Vendetta

Año: 2005

Dirección: James McTeigue

Guión: Lana y Lilly Wachowski 

Fotografía: Adrian Biddle

Elenco: Natalie Portman, Hugo Weaving, Stephen Rea y John Hurt 

​Música: Dario Marianelli

5 de noviembre de 2018

V de Venganza (2006) se ha convertido en un clásico de Golden. Es una de esas películas transmitidas con frecuencia en la tele, y desde hace tiempo forma parte de una lista que incluye títulos dispersos como: Bridget Jones, Harry Potter, Closer, Los Tenenbaums, X-Men, Cuando Harry conoció a SallyForrest Gump. Quizá son películas que uno puede ver más de una vez, ya sea porque son entretenidas, divertidas, amenas, o porque tienen una sensibilidad compartida que atrae a un público amplio. Son películas ligeras. En ese sentido, es curioso que David Lloyd, ilustrador de la novela gráfica, describa V for Vendetta como una obra hecha para realistas, para aquellos que “no apagan las noticias” por considerarlas deprimentes. Sin embargo, es posible que la película tenga un contenido visual mucho más poderoso que su contenido político. Nadie olvida la escena en la que rapan a una bellísima Natalie Portman prisionera, vestida con un corto trapo naranja, al borde del desmayo y la inanición. Ni la carta de Valerie escondida en los ladrillos de una celda, por la que conocemos la historia de su vida: su atracción por las mujeres, el rechazo de sus padres, su relación con Ruth, su carrera como actriz, el secuestro de su novia a cargo del ejército y, finalmente, su ingreso al campo de concentración Larkhill. 

Vale la pena señalar que la película y la novela gráfica son cosas enteramente distintas. Alan Moore quiso distanciarse por completo del guion de los hermanos Wachoswki, al sentir que habían vaciado su obra de contenido político, y la habían suavizado al grado de crear algo irreconocible. En la novela gráfica, el personaje de Evey Hammond es una prostituta de dieciséis años, mucho menos lista que el personaje de Portman y mucho más sexualizada. Los funcionarios del régimen totalitario son más perversos, golpean a sus esposas con pistolas y coleccionan muñecas. El Líder está enamorado de la estatua de Lady Justice posada sobre la cúpula del tribunal Old Bailey, le habla como si fuera un ser humano y la venera, aunque ha tergiversado por completo el significado de guardián de la justicia.

El final también es distinto, pues la fantasía de Moore era que todo terminara en la anarquía, así que finaliza con el personaje de Eric Finch, el policía, caminando por un Londres desolado, caótico. No es así en la película, cuando todos descubren sus máscaras y la música apunta a un futuro esperanzador, democrático y libre. Ahora bien, en 1988 Moore veía su distopía cada vez más cerca de la realidad, con Thatcher habiéndose reelegido por tercera vez, represión policial, miedo a la epidemia de SIDA. En la adaptación de 2006 los miedos se modernizaron, ahora el gobierno totalitario utiliza la palabra terrorista para inspirar miedo, los virus se propagan de manera deliberada por gobiernos y los medicamentos se utilizan como medios de control masivo. Si uno leyera el libro o interpretara la película hoy también encontraría ciertas similitudes con la realidad. No porque efectivamente estemos en proceso de acercarnos hacia el fascismo, sino porque el sentimiento de distopía es general a todas las épocas.

Así, V de Venganza podrá tener ciertas frases icónicas, y habrá algunos que recuperen a V como la imagen del vengador o luchador social. Sin embargo, nunca empuja los temas políticos para culminar en el radicalismo que se propuso Moore, ni en provocar demasiado al espectador. La intención no era esa. El resultado es que, a doce años de su estreno, la película combina una historia tremendamente entretenida, con grandes interpretaciones a cargo de un elenco británico en la mayoría de los papeles secundarios. Todavía viene a la mente la imagen de John Hurt como el Canciller Sutler destrozando su vaso de leche que toma todas las noches. La imagen de Creepy Creedy (Tim-Piggot Smith) regando sus plantas en un invernadero con altavoces por los que suena música clásica a todo volumen. Y sobre todo esa relación tan particular y bien lograda entre V (Hugo Weaving) y Evey (Natalie Portman) por oscilar entre síndrome de Estocolmo, reemplazo de figura paterna, amor romántico, amistad y complicidad. 

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